La violación sexual es una experiencia
dramática y traumática compleja y profunda en la vida de una mujer. En la
investigación titulada ¨Embarazo por
violación. La crisis múltiple¨, dirigida por la psicóloga María Ladi Londoño en el año
2001, se llega a la conclusión de que el drama de este evento violento contra
la libertad sexual, se prolonga por otras crisis que se multiplican cuando
ocurre un embarazo no deseado.
La primera crisis es la noticia misma del
embarazo y viene seguida por decisiones complejas. El embarazo forzado enfrenta
a la mujer, quien tiene que lidiar primero con el trauma de la violación, a
enfrentarse a opciones que antes ni se consideraban como interrumpir el embarazo
o dar al bebé en adopción. Otras posibilidades son el enfrentar la maternidad
en solitario; una crianza impuesta por las circunstancias y con el temor de
haber contraído alguna enfermedad de transmisión sexual.
¨Es
decir, la violación provoca un encadenamiento de crisis inevitables que
comprometen la vida de las sobrevivientes y su futuro además de numerosos
efectos sociales derivados¨, explica la
investigación. Los efectos sociales pueden propiciar la violencia familiar, el
abandono o la vida en familia con hijos no deseados ni amados.
Más allá de la edad que tenga una mujer que
se enfrenta a la crisis de pasar por una violación y luego un embarazo no
deseado producto de esta, es un factor repetitivo el que busquen ocultar el
hecho para supuestamente no provocar más violencia. Cuando una violación ocurre
“(…) los hombres de la familia se dedican
a buscar al agresor y esto solo repite el círculo de dolor y crisis”,
piensan muchas mujeres. Cuando piensan en la respuesta que sus parejas les
darán, si les confían que han sido víctimas de violación, muchas mujeres creen
que no les creerán y las culparán.
Las mujeres siguen siendo violadas en su
libertad incluso mucho tiempo después de ocurrido el hecho violento. Esto
ocurre porque no solo son sus cuerpos los que han sido violados es también su
integridad y su autonomía; se les ha dejado sin fuerzas ni autoestima para
luchar por sus derechos. El miedo las mantiene paralizadas y es por ello que
muchos violadores convierten a las mujeres en seres indefensos a los que han
sometido más allá del acto sexual.
El reconocimiento de la libertad de decidir
respecto a la maternidad es quizás la opción más firme para devolverle a la
mujer la libertad que le fue arrebatada. Penalizar el aborto por violación es
seguir violentando la libertad de las mujeres que han sufrido un ataque sexual.
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